Todo trabajador siempre es comunicador. Lo sepa la organización o no lo sepa. Lo acepte el trabajador o no lo acepte. Es incluso destinatario y emisor al mismo tiempo. Sus actos de escucha y emisión son simultáneos, antes que sucesivos.
Los colaboradores reciben mensajes y los responden, no sólo todo el tiempo, sino que al mismo tiempo. Pueden contestar mientras escuchan. Lo que no escriben o no dicen, lo sienten o lo piensan. Cada emoción y pensamiento llega al trabajo en forma de conducta.
Así, la conducta del trabajador es el mensaje más importante y decisivo que recibe una organización.