El día que el Uno quiso ser Dos

Dicen que la matemática es una ciencia exacta, dura, que nunca falla, gracias al número perfecto. Pero hay días en que él, el perfecto número, visita ciencias blandas, humanas, para salir con ella, la perfectible palabra. Ahí llega la falla, el desliz. Desliz feliz, diría el poeta, que no sabe hacer cálculos, sino rimas. Porque el número, que de tan perfecto está muerto, cobra vida ante la palabra, que de tan imperfecta está viva. Ese día, el orgulloso Uno, por ejemplo, se queda sorprendido, sin palabras, ante la Palabra, quien, también sorprendida, calla. Ese día, el Uno quiere ser Dos.