Todos los trabajadores hablan al mismo tiempo
La mejor forma de conocer el futuro es crearlo, decía Peter Drucker. Siguiendo su consejo pensamos esta nota y sumamos un deseo: que todos los integrantes de la organización hablen al mismo tiempo, entendiéndose y potenciándose entre sí.
Ya ninguna organización piensa la Comunicación Interna como una especialidad que debe hacer que los trabajadores solo escuchen y obedezcan. Y si alguna organización aún concibe algo así, pronto cambiará de opinión para evitar su extinción. Se hace difícil imaginar una empresa del siglo XXI superviviendo, teniendo éxito y logrando sustentabilidad en el tiempo, si mantiene un paradigma de “bajada de línea”. Por el contrario, la vanguardia de las mejores prácticas refleja que las empresas cada vez piensan más nuestra profesión como una forma de coordinar cientos, miles, a veces millones, de opiniones distintas, con culturas diversas y puntos de vistas diferentes (incluso opuestos).
Esa complejidad comunicacional que proyectan las empresas exitosas es justamente la que le da mayores oportunidades a nuestra disciplina. Pero debemos estar bien preparados para aprovechar esas oportunidades. Una gestión integrada requiere pensamiento complejo, con un manejo de variables que los paradigmas tradicionales no exigían. Es por eso que este nuevo escenario profesional puede ser angustiante para muchos colegas. Si todos los trabajadores hablan al mismo tiempo, ¿cómo imaginamos un futuro para comunicación interna que sea de mayor provecho profesional y de máximo desarrollo personal para nosotros? Es necesario expandir la imaginación y darle mayor vuelo, mayor amplitud, mayor profundidad a nuestra creatividad. Y es necesario hacerlo hasta encontrar la figura justa: esa que muestre varias voces hablando de manera superpuesta y, al mismo tiempo, nos llene de inspiración profesional.
Muchas voces superpuestas
Música para mis oídos
Si imaginamos muchas personas hablando al mismo tiempo, expresando opiniones diferentes, en el marco de una misma organización, no es lo mismo que si imaginamos a las mismas personas interpretando una línea melódica diferente en el marco de una misma partitura. Hay algo en esa figura retórica que ayuda a cambiar la percepción. La metáfora de la música catapulta nuevas ideas e impulsa a la creatividad, a la imaginación, a la gestión de vanguardia. En la composición musical la superposición de voces no solo no es un problema, sino que es uno de los mejores modelos de belleza. Bach, por ejemplo, escribió las célebres “Invenciones a dos voces” en las que mostró que podía “hablar con una mano y contestarse con la otra”. Y, justamente, la mayor belleza de esas invenciones la alcanzó cuando ambas manos tocaban notas diferentes al mismo tiempo.
“Invenciones a dos voces”
Johan Sebastian Bach
Hoy, un pianista bien entrenado (en nuestro caso serían un comunicador interno suficientemente capacitado) puede reproducir esa belleza musical leyendo las partituras del compositor alemán. En la comunicación interna eso implicaría leer a los clásicos: Platón y sus Diálogos; Aristóteles y su Ética; Epícteto y sus Disertaciones; Demóstenes y sus Discursos. Después de todo, muchos músicos modernos, partiendo de los Beatles, estudiaron Bach, Mozart y Chopin, en su juventud. Muchos de ellos incluso admiten que les “robaron” a los clásicos. El mismo Paul McCartney declara públicamente en una entrevista realizada en el Rollins College, que su tema “Blackbird” lo tomó de una obra de Bach.
Paul McCartney comenta sobre su inspiración tocando a J.S. Bach
Volviendo a la figura en la que imaginamos varias voces hablando al mismo tiempo, es necesario recordar que una misma persona también “dialoga” consigo misma (Dimensión Intrapersonal en el Sistema de Comunicación 1A). Esas voces internas que también se superponen hacen que un individuo pueda comparar alternativas, reflexionar y, si es necesario, “discutir” con él mismo (en este proceso una persona puede hasta “gritar” con sus pensamientos). Pero en general se trata de conversaciones internas con opiniones diferentes que provienen de distintos centros del cerebro: razones, emociones, sensaciones, etc. Para mantener el correlato metafórico entre esta “auto-comunicación” y la música, es posible sumar un ejemplo del jazz moderno. Bill Evans produjo un disco completo grabando melodías diferentes en dos pianos y luego superpuso las grabaciones. A ese disco lo tituló “Conversations with myself”.
Es sabido que distintas melodías sobre una misma base armónica genera algo bello, estético para el oído. La combinación de esas melodías está presente en muchísimas manifestaciones artísticas, como en un coro o en un gospel. Pero hay una figura musical que probablemente sea mejor para representar a una Comunicación Interna de vanguardia, donde todos los trabajadores hablan al mismo tiempo. Esa figura es el Canon.
El Canon es una forma musical donde ningún instrumento es más importante que el otro. Todos tocan partes diferentes de manera superpuesta y en igualdad de condiciones. De hecho, algunos músicos dicen que en un Canon “no hay jefe”, ya que todos los instrumentos son importantes y, dependiendo el momento de la obra, uno u otro toma el protagonismo. Esto es posible verlo con claridad en el Canon en Re mayor de Pachelbel, escrito para tres violines y un bajo.
Si bien los ejemplos de música clásica no quieren decir que la Comunicación Interna del futuro deba ser “clásica”, tampoco quieren decir que haya que saltear a los autores clásicos que dejaron huella en la comunicación. Luego de conocer su obra, de leerla y estudiarla, cada uno puede (y debe) ser un comunicador distinto y único. Generar su propia interpretación en el concierto organizacional. Entregando lo mejor de sí mismo, “tocando” con todo su Ser. Pero si incluso en algún momento le tocara seguir al pié de la letra una partitura de otro, es posible que igualmente pueda poner su impronta, su pasión, su alegría, su humor. Como lo demuestran los músicos que interpretan el Canon de Pachebel en este post que recientemente publicamos en el Portal 1A.